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Semana de desfile de pandilleros a El Pozo

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Los traslados estuvieron a la orden del día; más de 800 pandilleros enviados a La Tolva y 77 féminas de la mara 18 y la MS a un módulo especial en Támara.

La respuesta ante el hacinamiento y el desorden que predominaba en los diferentes centros penales del país, se ha hecho notar esta semana con el traslado de casi mil reos a las nuevas cárceles de máxima seguridad en Honduras.

Se comenzó el martes con un impresionante despliegue militar para el masivo traslado de 773 miembros de la Mara 18 y la MS de la Penitenciaría Nacional de Támara hacia La Tolva o el Pozo II como es conocida popularmente.

La fuga de 18 reos de alta peligrosidad el jueves anterior, parece ser el detonante de toda esta movilización y acciones contundentes ordenadas desde Casa Presidencial.

Los 773 miembros de maras y pandillas desalojados el martes, dejaron atrás la «cómoda vida» que llevaban en los centros penales donde parecían estar a sus anchas.

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También dejaron atrás el pequeño ‘Imperio’ que, al interior del módulo Escorpión en Támara, habían creado los principales cabecillas de la Mara 18 y les permitía vivir rodeados de lujos y privilegios a vista y paciencia de los directores y custodios de estos centros penales.

En ese lugar, el Ministerio Público como parte de las evidencias que recolecta en la investigación tras la fuga, encontró desde cómodas y amplias camas, todo tipo de electrodomésticos, computadoras, adornos y hasta habitaciones con aires acondicionados y con pisos de cerámica.

Todo esto les será cambiado a los reclusos por enormes paredes grises que forman el ‘Pozo’, camas de piedra con una colchoneta de seis pulgadas y el derecho de recibir una hora de luz solar al día.

Unas seguras instalaciones constantemente vigiladas por 400 cámaras e igual número de custodios y donde no hay señal de telefonía móvil ni dispositivos portátiles.

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Nuevos huéspedes en El Pozo

En el traslado del miércoles, “El Pozo II” recibió a unos 32 reos más provenientes del penal de El Porvenir, en Francisco Morazán y que de inmediato fueron ataviados con un uniforme de recluso color naranja y segregados en sus celdas.

A estos nuevos «inquilinos», el inclemente sol y los más de 30 grados de temperatura les indicó cuáles serán las condiciones en las que vivirán de ahora en adelante.

Un reo se desmayó a la entrada de uno de los módulos de máxima seguridad, sin embargo, tras recibir atención médica volvió en sí y se reincorporó al grupo de reclusos que guardan prisión en La Tolva.

Entre un sinfín de imágenes que se publicaron de estos traslados, existen algunas que resaltan por ser un tanto insólitas, como esta en la que se ve a uno de los reclusos sonriendo en el proceso de inspección tras su arribo a El Pozo.

El duro e intimidante semblante de algunos de los pandilleros, dejó escapar una breve sonrisa, que seguramente desaparecerá al ver la realidad en la que hoy están inmersos.

Todo el proceso por el que pasaron los reos, estuvo fuertemente vigilado por agentes encapuchados que los custodiaron desde su desalojo de las antiguas cárceles hasta su ingreso a las celdas altamente seguras donde ahora guardan prisión.

Por su alto nivel de peligrosidad, estos traslados requirieron una alta presencia militar en donde participaron más de 3,000 agentes, 245 vehículos, cuatro helicópteros y una avioneta en un operativo que no permitía fallas.

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Las caras femeninas del mal

El jueves continuaron las reubicaciones con 77 féminas que estaban recluidas en el Centro Penal de San Pedro Sula; 70 de la pandilla 18 y siete de la MS que fueron enviadas a la Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PN-FAS) en Támara, donde se construyó un módulo especial exclusivamente para ellas.

Estas mujeres a diferencia de los pandilleros varones, vivían sin lujos dentro de la cárcel, donde algunas estaban recluidas por delitos graves como homicidio y extorsión, entre otros.

Desde antes de las 6:00 de la mañana, las celdas que albergaban a estas pandilleras fueron intervenidas por elementos policiales y militares, pasando por una inspección antes de ser trasladadas al nuevo reclusorio.

A las reclusas se les dio la oportunidad de empacar algunas de sus pertenencias que llevaron consigo en sacos de plástico con sus nombres escritos a mano.

En ellos depositaron prendas de vestir, algunos cosméticos y dinero que se habían ganado producto de manualidades que elaboraban dentro del penal.

Estas 77 mujeres pertenecientes a maras y pandillas representan el «rostro femenino del mal»; sus expresiones faciales y su peculiar vestimenta llamaron fuertemente la atención durante el operativo.

Algunas mostraban tristeza e incertidumbre, a diferencia de otras que hasta se permitieron sonreír, hacer señas alusivas a sus pandillas y gritar efusivamente mientras eran trasladadas en los camiones militares «Viva la 18».

Distribuidas en cuatro canvoys, las 77 pandilleras viajaron por aproximadamente tres horas hacia el penal de Támara, en un recorrido fuertemente custodiado por tierra y por aire.

A su arribo a la PNFAS en Támara, las 77 féminas fueron instruidas sobre el reglamento que deberán cumplir dentro de la nueva prisión donde cumplirán sus condenas.


Estas acciones son parte de la operación Arpia III, que tiene como objetivo neutralizar a integrantes de organizaciones criminales que desde las cárceles continúan ordenando extorsión, asesinatos, masacres y otros delitos.

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