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REPORTAJE | «Que se acabe la pandemia para poder jugar»: los sueños de una infancia invencible

Día del Niño Honduras
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Jennifer lucha desde el Hogar del Niño con Cáncer; Ruby, Ariel y Jimmy anhelan desde el centro histórico de la capital;  y Camila, Noé y Ana Lucía piden deseos desde el Centro de Educación Prebásica Los Laureles.

Siete infantes y dos adultos que dan todo por ellos compartieron con Once Noticias los sueños que marcan sus días, y que hacen florecer la esperanza en un Día del Niño marcado por la pandemia.

Jennifer, o la valentía más dulce

Jennifer López Honduras
La sonrisa de Jennifer solo es tan radiante como la paciencia con que ha forjado su valor.

En un colorido espacio del Hogar del Niño con Cáncer, Jennifer habló de sí misma con la modestia y quietud que muchos imaginarían extinta en estos días.

Fiel a su iglesia y su religión, cuenta que su cantante favorito es el puertorriqueño Alex Zurdo, internacional compositor de música cristiana juvenil.

Quiere ser doctora, porque encuentra en la atención que ha recibido del departamento de Oncología, en la fundación, la nobleza hacia cuyos ideales quiere dirigir su vida.

En consonancia con la infancia de todo el país, siente que su vida y su entorno ha cambiado con la pandemia, pero su principal pesar es lo sofocante que resulta usar una mascarilla. «Es una cosa que no me agrada«, dice entre una risa silente.

Sus relaciones sociales, debido al confinamiento, se han reducido a su contacto con sus hermanos, en su casa, y el personal de la fundación.

La alegría de sus días, en estos tiempos y circunstancias de la vida, la encuentra en el amor de su madre.

«Lo que me hace más feliz en el mundo es que mi mami me apoya día tras día para seguir adelante», expresó.

Su ilusión para el Día del Niño, que pareciera fuerte a simple vista, resulta una joya invaluable cuando la acompaña la calidez de su mirada.

«Mi deseo es que esta pesadilla termine pronto», dijo, refiriéndose a la enfermedad.

Su anhelo para todos los niños de Honduras es que «sigamos adelante, porque con la ayuda de Dios todo es posible».

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Los hermanos que sueñan con la justicia

Día del niño
Desde una vida afectada por el desempleo, los pequeños de Karen solo sueñan con salvar al mundo.

Acurrucados en una soledad compartida, la familia de cinco descansaba sobre la acera del edificio del Servicio de Administración de Rentas, en la Avenida Miguel Cervantes, del centro histórico de Tegucigalpa.

Eran Karen, de 29 años, su bebé, su hija Ruby (7) y sus dos guerreros, Ariel (10) y Jimmy (13).

La joven madre fue de las tantas primeras personas que se quedó sin empleo al solo inicio de la pandemia por la COVID-19, en marzo de 2020; era dependienta de una tienda, empleo que, con sus limitaciones, le permitía darle a sus hijos lo necesario para tener una vida digna.

«Antes yo podía comprarles las cosas [que necesitaban], ahora ya no les puedo comprar ni lo que necesitan en la escuela», relata.

Mientras tanto, sus dos hijos mayores juegan con dos celulares. Karen comenta que no son de ellos, sino que alguien se los ha prestado para que puedan atender las clases en su escuela, pues, a pesar de todo, no han dejado de estudiar.

Admite que la melancolía, que la invade a menudo por las complicaciones que a su vida han traído las carencias, ha afectado incluso su relación con los niños, llegando a escuchar de sus propias bocas recriminaciones en las que «dicen que no los quiero».

Pero son las respuestas de sus pequeños las que dicen lo contrario. Los tres expresan que, en un mundo que adula futbolistas y superhéroes, encuentran en su madre a la única heroína que conocen.

Pero también hay princesas —princesas guerreras, específicamente—, porque Ruby, la menor y única hija de Karen, no solo quiere ser como Ariel, La Sirenita, sino que sueña con convertirse en policía cuando sea grande, «porque ayudan a la gente».

Aunque sus ánimos del día a día, por ahora, parecieran estar agotados. Si bien dice estar emocionada por el Día del Niño, comenta con una tranquilidad inocente que no es una niña alegre, pues dice que su vida «feliz y normal» se apagó con el paso de la pandemia.

Su deseo personal, y para todos los niños de Honduras sería «recibir comida y juguetes».

Jimmy, a quien le gustaría, en cambio, recibir una bicicleta este 10 de septiembre, añade más cosas a los deseos de su hermana para el país.

«Que a los niños de la calle les dieran muchas cosas; que les den hogares, comida y de todo», dice con alegría.

Él y Saíd, el mayor de los hermanos, tienen, también, ilusiones parecidas a las de la pequeña para su futuro.

Jimmy quiere ser militar, a secas, y Saíd añade que su sueño es el mismo, pero especifica que quiere ser un uniformado «contra la delincuencia; porque así Honduras estaría feliz, en paz, sin tener ningún problema». 

Lastimosamente, sus anhelos es lo único que trae la especial fecha, pues Madre e hijos responden, silentes, que este viernes no tendrán ninguna celebración.

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«Que se acabe la pandemia para poder jugar»

Día del niño
Noé resume en su deseo el clamor de todo un pueblo.

Como quizás jamás se había visto en la historia escolar del país, Camila, Noé y Ana Lucía, todos de cinco años de edad y compañeros de kínder del Centro de Educación Prebásica Los Laureles, han cursado sus clases íntegramente desde casa y, por ende, solo se conocen por internet.

Pero esto no impide que entre ellos exista una buena relación, y que amen con locura a su maestra, la licenciada Gloria Mendoza.

Camila, que quiere ser doctora, dice que sus héroes son sus papás, «porque me dieron la vida», comenta.

Su vida entre la pandemia, al igual que a Ruby, asegura que le ha quitado la felicidad, porque no ha podido ir al kínder.

Sin embargo, se dice alegre por la llegada, al fin, del Día del Niño, y su emoción ante la celebración que hará su familia se debe a que tendrá zapatos y ropa nueva.

Su deseo para el Día del Niño es «tener un peluche muy grande», y quiere «que todos los niños tengan comida».

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Noe, por su parte, quiere ser bombero, y sus héroes son su papá, su mamá y Dios, «porque Dios es grande», dice.

Comparte su alegría por la celebración que les preparó la iglesia a la que asiste con su familia.

Sus deseos para el Día del Niño son «compartir con mi maestra, mis compañeros… ¡Y un carro!»

Para la infancia hondureña desea algo que, con apariencia infantil, bien podría ser una imagen que esperan impacientes los hondureños de todas las edades.

«Que se vaya la pandemia para poder salir a jugar», expresa.

Para Ana Lucía, sus padres también son sus héroes, «porque me cuidan«, asegura, y para cuidarlos, sueña con ser policía.

Confiesa que sus días en el confinamiento la han mantenido aburrida, pero, con una enorme sonrisa, dice que ya quiere romper la piñata y comer del pastel con que festejarán en su casa este día tan especial.

Desea tener un castillo de princesas en su casa, y, en su país, un mundo en el que los niños «puedan compartir y jugar».

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La educación como rescate de la infancia

La licenciada Gloria Mendoza es una acérrima defensora de la educación como clave del progreso.

Los anhelos compartidos por los siete niños capitalinos apuntan siempre al futuro y una profesión, cuya consecución lleva implícita la obvia senda educativa.

La licenciada Mendoza compartió sus impresiones respecto a la realidad de esta área del desarrollo infantil; iniciando por una apreciación de lo difícil que ha sido encarar su profesión durante la crisis sanitaria que enfrenta el país.

«Ha sido difícil tanto para ellos como para nosotros, porque estábamos acostumbrados a salir todos los días, a encontrarnos con ellos y que nos dieran ese tremendo abrazo en las mañanas […] y [ahora] se siente bastante tristeza por no poder compartir con ellos», lamenta.

Con palabras apesaradas y un tono frágil,  lamenta la situación de los niños que no pueden costearse ni siquiera «la recarga» para conectarse a las reuniones, por lo que, en su caso, debe grabar la clase a diario para guardar un registro al que los infantes puedan acceder.

Así, y con orgullo, la maestra señala que con dinero de su bolsillo ha convertido su casa en un híbrido de aula y estudio de grabación, con material didáctico disperso en las paredes y un trípode iluminado para las transmisiones; a fin de dotar a los niños con la mejor experiencia educativa posible.

De su dinero, igualmente, ella ha preparado una sorpresa con pequeños obsequios y diplomas individuales que diligenciará hacer llegar hasta la casa de cada pequeño en su día.

«¿Cómo es posible que sea el Día del Niño y yo no haga nada por mis niños?», se cuestiona.

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¿Volver?

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Mendoza ve un retorno a clases como algo que todavía no es factible.

Sobre la reapertura de los centros educativos, la educadora se declara «totalmente en contra, negativo», porque los niños no cuentan con la vacuna y ella, que apenas en julio pasado sufrió el contagio de la COVID-19, no concibe un escenario tan riesgoso como ese.

Ante un panorama en que la educación en casa se mantenga como norma, ella ofrece sus propias recomendaciones para mejorar la ampliamente criticada estrategia gubernamental Te queremos estudiando en casa.

«Que dotaran a los niños con material tecnológico; estaban hablando de unas tablets… ¿Dónde están esas tablets? No sé dónde», señala.

Sugirió que las principales compañías telefónicas del país deberían de tomar cartas en el asunto.

«Tienen que ser más conscientes y dar el internet gratuito a los padres de familia; eso sería una bendición muy importante», dijo.

Pese a todo, reconoció la titánica labor de algunos padres para preservar la educación de sus hijos.

«Recuerde que la educación es un trinomio; el maestro, padre de familia y el educando, y la verdad es que los padres están dando, las madres, más que todo, el cien por ciento», indicó.

Su deseo para el Día del Niño

Para Mendoza, los recuerdos más cándidos de sus primeros años los encuentra en el juego al aire libre y la libertad que en sus cuadras y colonias encontraban los niños de ese tiempo, algo que ahora, en sus palabras, la violencia ha arrebatado y obliga a los pequeños a encontrar la diversión y su infancia en las pantallas de aparatos electrónicos.

Añadió, en el ámbito de las preguntas formuladas a sus alumnos, su propio deseo para el Día del Niño.

«Que esta pandemia cese […], que un día despertemos y digamos ‘¡Ya no existe el coronavirus!’, y los niños sean felices», finalizó.

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