El año 2024 ha sido testigo de un alarmante aumento en los crímenes cometidos por menores de edad en Honduras, caracterizados por actos de extrema violencia y odio, lo que ha desatado una creciente preocupación en la sociedad y en las autoridades locales.
Expertos coinciden en que la violencia juvenil en el país responde a una serie de factores complejos, entre los que se encuentran el desarraigo familiar, la pobreza extrema, el acceso a armas de fuego y, especialmente, la influencia de pandillas y grupos criminales que reclutan a los más jóvenes.
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Estos grupos han logrado manipular y adoctrinar a menores de edad, quienes, en algunos casos, cometen crímenes bajo la promesa de protección, dinero o poder.
Este aumento de crímenes violentos ha generado una creciente alarma en la sociedad hondureña, que pide a gritos una respuesta efectiva por parte de las autoridades.
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Organizaciones defensoras de los derechos de la niñez han señalado que el problema no solo radica en la violencia, sino también en la falta de programas adecuados de rehabilitación y reinserción social para menores en conflicto con la ley.