Dormir tarde puede parecer una elección inofensiva o una necesidad ocasional, pero sus efectos prolongados en la salud pueden ser serios y devastadores.
A medida que la sociedad avanza hacia un ritmo de vida más acelerado, la tendencia de dormir tarde se ha convertido en un problema común.
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Uno de los efectos más inmediatos de dormir tarde es la alteración del ritmo circadiano, el reloj biológico interno del cuerpo que regula el ciclo de sueño-vigilia, la disrupción de este ciclo puede llevar a una serie de problemas, desde dificultad para conciliar el sueño hasta insomnio crónico.
La falta de sueño adecuada afecta la capacidad del cuerpo para reparar y regenerar tejidos, debilitando el sistema inmunológico y haciéndolo más susceptible a enfermedades.
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A nivel cardiovascular, los riesgos asociados con el sueño insuficiente son alarmantes, estudios han demostrado que dormir menos de las horas recomendadas puede elevar la presión arterial, aumentar el riesgo de enfermedades cardíacas y diabetes tipo 2.
Además, la falta de sueño también está vinculada a un aumento en el riesgo de obesidad, ya que altera las hormonas que regulan el apetito y el metabolismo.
En el ámbito psicológico, los efectos son igualmente preocupantes, la privación del sueño afecta negativamente el estado de ánimo, contribuyendo a problemas como la ansiedad y la depresión. Las personas que duermen tarde a menudo experimentan dificultades en la concentración y la memoria, lo que impacta su rendimiento laboral y académico.
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Otra de las consecuencias peligrosas para la seguridad personal, es la fatiga reduce los tiempos de reacción y la capacidad de tomar decisiones, aumentando el riesgo de accidentes de tráfico y lesiones.
De esta manera, expertos aseguran que para mitigar estos efectos negativos, es fundamental adoptar hábitos saludables de sueño, como establecer una rutina regular, crear un entorno propicio para dormir y evitar la exposición a pantallas electrónicas antes de acostarse.