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Marinos del tercer mundo: explotación laboral en alta mar

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Los empleados de cruceros trabajan más de 70 horas a la semana, sin días de descanso ni vacaciones pagadas. Si sufren un percance, la justicia no les ampara.

Así es trabajar en los cruceros. Contratos de hasta nueve meses para normalmente laborar más de 70 horas a la semana, sin vacaciones ni días de descanso, sin familia cerca ni vuelta a casa por la noche. Los empleados viven donde trabajan: un enorme barco con logotipo estadounidense, pero con bandera a menudo de Bahamas o Panamá.

Un equipo de investigación viajó en dos cruceros y habló, en tierra firme y en altamar, con medio centenar de trabajadores cuyo puerto base es Miami. Por miedo a perder su empleo, algunos prefieren no dar su apellido y otros ni su nombre, ese que aparece en la inscripción que siempre llevan en el pecho, tanto a bordo como en tierra.

Hay pocos estadounidenses entre los cerca de 190,000 trabajadores que emplean las mayores empresas del sector. La industria de los cruceros, con Carnival y Royal Caribbean con el control del 70% del mercado mundial, ha encontrado principalmente en los países del Tercer Mundo la mano de obra que necesita para ofrecer vacaciones en altamar.

La mayoría vienen del Sudeste asiático, Latinoamérica, el Caribe y Europa del Este. Sus contratos dependen normalmente de la legislación laboral del país de la bandera del barco: Bahamas, Malta y Panamá son los más comunes, según una base de datos del sector elaborada por la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia.

Cuando las líneas de cruceros buscan fuera de EEUU a sus empleados, no lo hacen directamente, sino que lo gestionan a través de otras empresas de contratación.

“En términos de costos, es mucho más caro contratar con base a Estados Unidos”, explica una empleada que se ocupó de la contratación en las sedes centrales de Norwegian Cruise Line y Carnival Corporation. “Cuando usan barcos internacionales, no deben seguir nuestras leyes. No se tienen que preocupar por las horas extra, salario mínimo, y otras cosas”.

En Latinoamérica estas compañías mandan anuncios electrónicos titulados Estudia inglés y trabaja en cruceros, donde preguntan si quieres mejorar el inglés y si sabes dónde practicarlo.

“Son alrededor de 8 a 10 horas diarias”, cuenta una operadora de CRC Perú, una de las empresas, cuando se le pide información para trabajar. “Tu contrato va a durar de 6 a 8 meses y, al término, te dan un mes y medio o dos meses de vacaciones… y ya luego vuelves a embarcar, lo mínimo que puedes ganar son 1,000 dólares al mes”.

El descanso entre contrato y contrato no son vacaciones, porque no son pagadas. Tal vez la firma CRC Perú sí cumpla el resto de condiciones, pero trabajadores de varios países de Latinoamérica y Asia se quejan de la diferencia que hay entre lo que les dijeron y lo que acabaron haciendo en el crucero.

Funciones diferentes, sueldos menores, costos de visado inesperados, deducciones salariales imprecisas. Si no están de acuerdo, tienen que costearse de su bolsillo el vuelo de vuelta a casa.

Las falsas promesas son comunes pero, sobre todo, no son denunciables en el caso de los contratos marítimos, aseguran varios abogados que defienden a empleados en demandas legales contra las líneas de cruceros.

“Muchas veces hemos visto que los cruceros crean un cebo”, dice el abogado Jason Margulies, con experiencia de dos décadas en litigios ante las grandes empresas. “Prometen un determinado tipo de trabajo a un tripulante y, después que éste realice los gastos y el esfuerzo de viajar, lo pondrán en otro puesto”.

 

Los pocos ciudadanos de Estados Unidos que se ven en los barcos suelen ocupar puestos de cara al público, como animadores, cantantes y actores. Están mejor pagados y tienen menos carga horaria. Les acompañan británicos, irlandeses, sudafricanos y australianos.

Los indios predominaban en los fogones, los indonesios en las zonas frigoríficas y en la lavandería, los filipinos en las habitaciones del hotel, los caribeños y centroamericanos en mantenimiento, los italianos en las salas de control y en el casino, Europa del Este cortaba la baraja.

El salario para los empleados de base puede estar entre los 1,000 y 1,500 dólares al mes, según varios estudios, entrevistas y consultas a profesionales del sector. Para los trabajos más invisibles, como la lavandería o el almacén, puede estar en torno a los 600.

Los que dependen de las propinas tienen un problema aparte. Los salarios son mínimos —unos 500 dólares al mes, para algunos camareros tan solo 50— y consiguen gran parte del dinero con las aportaciones de los clientes. Algunos trabajadores hablan de 2,000 y 3,000 dólares mensuales años atrás, pero cuentan que las propinas se han reducido.

Por un lado, las líneas de cruceros incluyen propina obligatoria por persona y día en su factura, lo que reduce la generosidad directa al acabar una cena o pedir una copa. Por otro, la universalización de los cruceros se ha traducido en billetes de bajo costo, ofertas de última hora y nada de efectivo encima cuando uno está a bordo.

Los salarios están lejos de la media estadounidense pero mejoran los salarios de India, México, Colombia o Filipinas y Honduras, por ejemplo.

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