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Lapidación pública, azotes y mutilaciones: así tratan los talibanes a las mujeres

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En aras de proteger la «castidad y la dignidad» de las mujeres, el sistema de creencias talibán les impone una serie de restricciones extremas, por cuyo incumplimiento llegan a asesinarlas.

La reinstauración en el poder de los talibanes y su Emirato Islámico de Afganistán, que ya había gobernado entre 1996 y 2001, vaticina consigo el recrudecimiento de la purdah, cultura musulmana e hindú de reclusión y ocultamiento de las mujeres.

La Asociación Revolucionaria de Mujeres de Afganistán (RAWA, por sus siglas en inglés) provee en su portal oficial un listado de las prohibiciones y castigos a que es sometida la población femenina bajo este arquetipo.

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Lapidación pública

Escenografía de protesta por actriz iraní en Bruselas, Bélgica.

«Lapidación pública contra las mujeres acusadas de mantener relaciones sexuales fuera del matrimonio (un gran número de amantes son lapidados hasta la muerte bajo esta regla)», reza el compendio.

Los talibanes tienen entre su ideario la figura del mahram, un hombre que tiene un parentesco cercano con una mujer (padre, hermano o esposo), y además de castigarse la traición contra este, se exige que las mujeres siempre estén acompañadas por uno.

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Azotes

Mujer es azotada frente a hombres y niños de su comunidad.

Las mujeres que salen a la calle sin su mahram, que no vistan acorde a las reglas del talibán o que «no oculten sus tobillos» son azotadas con cables de metal y cuero que llegan a alcanzar metro y medio de largo.

Este tipo de castigos es aplicado incluso a personas extranjeras con permisos especiales para operar en el territorio; tal fue el caso de los azotes y la humillación de la que fueron víctimas cinco empleadas de la ONG CARE Internacional en mayo de 1997.

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Mutilaciones

Bibi Aisha es una sobreviviente de la brutalidad de los talibanes.

Si bien es cierto que el Emirato Islámico emite «decretos humanos» en los cuales se define el sistema de penitencias que deben aplicar las autoridades, muchas veces la «justicia» es interpretada para aplicarla de acuerdo a cada situación.

Entre los ejemplos de estos casos que fueron conocidos internacionalmente, está el de Bibi Aisha, una niña que, al huir de un matrimonio obligado, sufrió la mutilación de sus orejas y su nariz por parte de un comandante talibán.

Otro ejemplo de crueldad lo vivió en octubre de 1996 una mujer a quien le cercenaron la punta de un pulgar por usar esmalte de uñas.

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Los rastros del  horror

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Una mujer es ejecutada frente a 30 mil espectadores en el Estadio Deportivo Ghazi.

El régimen de terror que impusieron a inicios del siglo XXI los talibanes dejó fotografías funestas como la de Zarmeena, una mujer que fue ejecutada frente a 30 mil hombres en el Estadio Deportivo Ghazi por haber asesinado a su esposo tras años de maltrato.

A este imperio del horror se suma que las mujeres, que están obligadas a usar una burkah (velo que cubre todo el cuerpo), tienen prohibido reír en voz alta, aparecer en revistas, asomarse por los balcones de sus casas, usar zapatos de tacón o cerrar tratos con hombres.

«Las mujeres no tienen la menor importancia a ojos de los talibán menos cuando están ocupadas en la procreación, satisfaciendo los deseos sexuales de los varones o haciéndose cargo del pesado trabajo doméstico a diario», sentencia el listado de RAWA, cuya posible vigencia mantiene en vilo a la población afgana y de todo el mundo.

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