Y por fin llegó el gran día. Todas las miradas estaban puestas en la boda del año, la del príncipe Harry y Meghan Markle.
Uno de los ejes centrales de la boda eran los vestidos de novia que llevaría la actriz, el de la ceremonia y el del banquete posterior.
A su llegado a la capilla de St. George en el castillo de Windsor, donde fue bautizado el príncipe Harry, Markle se dejaba ver con un elegante y minimalista vestido blanco y un largo velo sujetado por una preciosa tiara.
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La estadounidense escogió a la diseñadora británica Clare Waight Keller -actual directora creativa de Givenchy- para su primer vestido. Ni Ralph & Russo ni Stella McCartney, que eran dos de las hipótesis que se barajaban, han sido los elegidos por Markle.
La tiara que ha lucido Markle ha sido el elemento más llamativo de su estilismo. Es de diamantes y pertenece a la abuela del príncipe Harry, la reina Isabel II.
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