La decisión de los Estados Unidos (EE. UU.) sobre trasladar su embajada en Israel de Tel Aviv a Jerusalén fue llevada ante el Consejo de Seguridad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), debido la disputa de esa ciudad entre judíos y musulmanes.
Para los 14 países miembros del Consejo, el traslado de la sede diplomática estadounidense, solo le hecha leña al fuego y promueve la extensión de choques armados en Medio Oriente, la zona más conflictiva del mundo.
Sin embargo, el embajadora de los EE. UU. ante la ONU, Nikki Haley, votó en contra las acciones en contra de la decisión de Donald Trump y aplicó el derecho de su país a vetar las resoluciones del Consejo de Seguridad.
Haley, afirma que el veto responde a la protección de la soberanía de su país para entablar las relaciones diplomáticas con el resto de naciones de la forma en que más le convenga.
«Ningún país instruirá a EE.UU. sobre dónde colocar su embajada. Un proceso de paz que niega a Jerusalén como capital de Israel no es un proceso de paz», aseveró Haley, haciendo referencia directa al conflicto palestino-israelí.
Ya antes la embajadora había indicado que Washington «continúa su compromiso para ayudar a lograr negociaciones que conduzcan a una paz duradera».
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