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El día que Celso Gamboa parezca bueno

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La necesidad de ser probo en la vida

La labor de los jueces es posiblemente la más difícil en una sociedad y la que más responsabilidades tiene, no solo por sus acciones como delegados del orden, sino también por sus acciones en general. Por ello, desde las civilizaciones primigenias, se elegía a los más sabios y correctos de los que dispusiera la comunidad para el cargo, generalmente los de mayor edad.

Esto se debe a la necesidad de confiar en los juicios, la imparcialidad y la objetividad a la hora de dictar una sentencia, siempre buscando para esos puestos gente que sea inteligente, estudiada, recta y honorable… proba, en una palabra.  

Con el tiempo y la especialización, se determinó que fueran expertos en leyes los que juzgaran a los otros, todo eso está bien, luego llegó la política y entonces, aparte de ser buenas personas y ser conocedores de leyes y reglamentos, debían de ser buenos a los ojos de los políticos que los elegían, al menos para el cargo de magistrados.

Pero el tiempo siguió su curso y la tecnología alcanza a todo, así que, pasando el filtro de ser bueno en la vida, en las leyes y la política; con la llegada de las redes sociales y la sobreexposición, pues todo el mundo se convirtió en juez, sobre todo, de quienes están en puestos públicos, y es entonces que aquel que parecía ser tan bueno resultaba no serlo tanto.

Es ahí donde entra el magistrado Celso Gamboa, quien pasó de ser fiscal en casi todo lado, a ser jefe de la Dirección de Inteligencia y Seguridad (DIS), luego viceministro de Gobernación y Policía, después Ministro de Seguridad y finalmente fue electo como magistrado. Es decir, un hombre suficientemente bueno como para contar con el apoyo de los sectores políticos, aunque no así popularidad entre el pueblo (no todo su accionar fue aplaudido por la ciudadanía).

Las sospechas de muchos eran que, siendo magistrado de la Sala III alguna vez tuviera que juzgar a algunos que habían votado por él. Posiblemente no era más que paranoia, pero las dudas rondaban el aire.

Casi inmediatamente a su designación como magistrado, surge su primer problema,  el caso del año pasado, que llevó a la renuncia del magistrado de la Sala III Juan Manuel Arroyo, luego de denunciar amenazas por parte de Gamboa, tras un par de publicaciones en su contra en la Revista Paquidermo, la que amenazó con extinguir en Twitter.

Arroyo comentó en su momento que Gamboa se dirigió a su persona diciéndole, “sé quién es usted y sé quién es su familia”, haciendo gala del puesto que ocupara con anterioridad como director de la DIS.

Las cosas siguieron sin que todo esto terminara más que en la renuncia de Arroyo y un par de notas en los medios nacionales, hasta que, en medio de la huelga del Poder Judicial reciente, al que él pertenece, y que generara gran malestar popular por el secuestro de cuerpos en la morgue, él resuelve mandar un mensaje vía Whatsapp a la policía y ordenar la entrega de los cuerpos, para, según él, solucionar el problema. Todo el mundo se dio cuenta de eso y muchos pensaron que a Gamboa le gusta el poder y figurar.

Ahora le cae encima todo el peso del “cementazo”, gracias a su supuesta relación con Juan Carlos Bolaños, el viaje que se presume que hizo con él a Panamá, así como que hace un par de meses desestimó darle curso a una investigación contra los diputados Guevara Guth y Morales Zapata precisamente en ese caso, quienes también apoyaron su elección como magistrado.

Esto le genera nuevas críticas, que lo llevan a una investigación disciplinaria en la corte, el problema es que debe ser investigado por un algún compañero y resulta que el elegido fue Luis Porfirio Sánchez, a quien Gamboa le había desestimado una causa apenas unos meses atrás, y de quien se dice, es amigo.

Para rematar, se publica el video en el que aparece en el aeropuerto de México, enfermo dice él. Ante todo esto, parece que en su breve paso por la corte (un par de años) ya ha tenido sus problemillas públicos.

No es por querer comparar a Celso con Pompeya, esposa del Julio César, pero un juez no solo debe ser bueno, debe también parecerlo, y por ahora Gamboa no lo parece, pues ya ha tenido suficientes escándalos, o “chismecillos”, como para que cualquier persona que lea noticias se niegue a que el señor Gamboa emita juicio sobre su caso.

Ante tales cuestionamientos, debería hacerse a un lado, no solo decir “espero que me investiguen mis compinches en el Poder Judicial”, sino hacerse a un lado realmente, no fungir como juez mientras este caso sigue su curso, alejarse de otros magistrados y políticos, quienes lastimosamente parecen ser el grueso de sus amigos.

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